¿Y cuántas veces más contemplarás la luna llena? Y, sin
embargo, todo parece ilimitado…
Paul Bowles,
‘El cielo protector’
A la puerta de mi casa hay un
farolito que está siempre encendido. Cuando llego anocheciendo, un gecko suele
estar merodeando a su alrededor, imagino que poniéndose las botas con los
mosquitos atraídos por la luz. Al principio, cuando metía la llave en el
cerrojo, el ruido chirriante de la cancela de hierro le asustaba y huía
buscando refugio en algún hueco del tejado. Pero, últimamente, parece que se
hubiera acostumbrado a mi presencia y con sus fríos ojos negros me observara
paralizado, como diciendo “¡Ah, eres tú! Ya estás en casa.” Por más austera que
sea, cuando regresas de los viajes al interior, cada pequeño detalle, cada
comodidad asumida como normal, cobra un valor inusual: abrir la heladera,
servirte un vaso de agua, ir al baño, darte una ducha…
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Camino de Brítez Kue |
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Aspecto de una letrina convencional |
En uno de los últimos viajes visitamos
la colonia de Brítez Kue, en el distrito de Yvy Pytã que, por si sufres daltonismo,
significa ‘tierra roja’. Desde Curuguaty hay que tomar la ruta 10 que lleva a
Saltos del Guairá, la capital departamental, en la frontera con Brasil. No hay
ninguna señal que marque el desvío, apenas un kilómetro después de pasar los
últimos restos de un campamento –justo en el borde de un gran sojal propiedad
de Blas Riquelme, el ‘supuesto’ dueño de las tierras en disputa- que sigue
recordando hoy lo ocurrido hace tres años en
Marina
Kue. La camioneta no para de bambolearse sobre la carretera, intentando
salvar los surcos y los enormes baches sobre el asfalto. Se dan solo en uno de
los sentidos, como un reguero que marcara la salida de la soja: la policía
caminera –
coima mediante- hace la
vista gorda para que los camiones que se extralimitan de peso puedan circular
sin problemas hasta los principales puertos del país.
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Alejadas de las viviendas, suelen ocultarse en los yuyales |
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Letrina mejorada: con inodoro, ducha y fregadero |
Es curioso que un municipio como
Curuguaty, al que llegó hace poco más de diez años la ruta asfaltada, sea hoy un
enclave rural-global cuya economía dependa más de la cotización de las
food commodities en la bolsa de Chicago
que de la actividad local. Mientras vamos dejando atrás estancias ganaderas, extensiones
de monocultivo y alguna mancha boscosa me acuerdo del trabajo que lleva
realizando desde hace años
un
antropólogo canadiense (y tengo que tomar aire para resumirlo a partir de
lo que me ha contado una amiga): investigar cómo los flujos globales de la soja
inciden en las vidas cotidianas de la gente, desde que todo un
sistema
de infraestructuras se diseñe en función de intereses comerciales, pasando
por la elaboración de supuestas normas de calidad que esconden el control
burocrático y los muros que el poder ejerce, hasta hacer de “la pobreza un
pecado de inferioridad, una forma de ser en que los individuos se vuelven
incapaces de ejercer sus derechos.”
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Letrina mejorada: fosa séptica y pozo ciego aunque no siempre, como en este caso, funcionan... |
Nuestro equipo de campo se está
encargando de hacer las entrevistas en las comunidades y de georreferenciar los
pozos individuales que se siguen utilizando, a la vez que toman nota del uso
que la gente da a sus pozos una vez acometido el servicio de agua. Aprovechamos
nuestra reunión de coordinación mensual para cruzar la distancia, física y
social, que separa Asunción del interior del país. Después de dar el aviso por
la radio comunitaria, Regina es una de las primeras mujeres que nos atiende. Como casi todas las mujeres del campo,
aparenta muchos más años de los que tiene. Nos invita amablemente a tomar asiento en el porche de su
casa. Una niña sentada con la cabeza apoyada en la mesa nos dedica esa clase de
mirada que da la impresión de seguir concentrada en sí misma. Está a su cuidado porque su madre está en prisión. De repente, se ha colado en la
entrevista –como en otras que le seguirán-
un tema que no está previsto
y te invade una intensa sensación de futilidad sobre las preguntas que le tenemos
que formular. Y entonces ves las huellas de la fatiga, las arrugas del
sufrimiento y caes en la cuenta de la increíble capacidad que tienen algunos
seres humanos para mantenerse enteros.
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Que tu lote tenga servicio de agua no significa que dispongas de agua corriente en tu vivienda |
La colonia forma parte del área
de influencia de la Reserva de Mbaracayú, que estos días está siendo revisada
al milímetro para garantizar la seguridad de la Embajadora de Estados Unidos. Su
visita se enmarca en la firma de un convenio entre USAID y WWF –y que incluye en
su alianza a la fundación que gestiona la reserva, Wildlife Conservation Society
y Syngenta, entre otras- para promover la conservación del Bosque Atlántico con
prácticas
agropecuarias sostenibles, ‘con especial énfasis en la soja y la producción
de carne’. Lees esto y no puedes dejar de acordarte de una escena que Doris
Lessing narra en ‘El cuaderno dorado’: en medio de una fiesta entre hombres de
negocios, le parece hasta oír cómo dicen que no se creen nada, que ya saben que
lo que hacen está mal pero que les da igual. Y, mientras contempla sus rostros
con un punto de miedo, siente que regresa a “su fase más primitiva de
comunismo, cuando una cree que hay que matar a todos esos hijos de puta…”
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Pozo en desuso y depósito de agua conectado a red de abastecimiento |
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Pozo en activo |
Desde que lo leí por primera vez,
vuelvo a él de vez en cuando. Creo que cumple aquello que alguien dijo de la
buena literatura, que debe reconfortar a las almas desasosegadas e inquietar a
quienes se sientan cómodos. Cuando regreso a Asunción la humanidad parece haber
enloquecido por un eclipse lunar que no se repetirá en años. Salgo a la terraza
y coincido con mi vecina Gabriela, una joven paraguaya separada que vive con su
hijo Ulises. Me dice que le resulta agradable charlar conmigo porque sabe que
la conversación no girará en torno a temas de crianza. Y, siendo periodista, me
pone al día de esa
sacudida
hacia adelante, de esa pequeña victoria que, a veces, en un lugar del mundo
hace a la gente tener fe en que las cosas puedan cambiarse. Nos bebemos media
botella de vino sentadas en la escalera, arreglando el país y mirando de vez en
cuando al cielo, algo decepcionadas porque en ningún momento llegamos a ver el
color rojizo de la luna. Hay breves instantes de conexión entre lo vasto y lo
diminuto de nuestra existencia que, aun con la certeza de que el mundo es un lugar
horrible, te hacen amar intensamente la vida.
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Saliendo de Brítez Kue, al fondo, la Reserva de Mbaracayú |
Gracias...
ResponderEliminarEsta muy bien,que grande eres. Besos
ResponderEliminarEsta muy bien,que grande eres. Besos
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